lunes, 19 de octubre de 2009

¡Ay, qué calor!



En verano hace calor, en invierno hace frío, y llueve durante el monzón. Cuando hace calor en verano la gente dice «¡Ay, qué calor!». En invierno dice «¡Ay, qué frío!», y cuando llueve, la gente dice «¡Cómo llueve!». La gente siempre tiene que decir eso, si no lo dice, la gente no sería gente. ¿Qué otra cosa haría en verano si no hace calor, si no hace frío en el invierno y no llueve en el monzón? Pero la gente lo dice como si fuese algo extraño. Si lo dicen mirándote, tienes que mover la cabeza en señal de reconocimiento o sonreír. Tienes también que reconocer que es el inicio de una conversación. ¡Qué gran cosa es el clima! Además de ser un gran tema en sí, como discurso entre dos desconocidos, es el preludio de varios otros temas. Es una gran falta de cortesía no colaborar con el hilo de este gran discurso.

Así que:

—¡Ay, qué calor!
—Sí, señora. ¿Le enseño mi dentadura blanca?
—¡Ay, qué dientes más bonitos tienes!
La señora puede seguir con el rollo climático antes de coger un poco de confianza, o lanzarse directamente a hablar de tus dientes.
—Este año está haciendo más calor que el año pasado.
—Sí, señora, efectivamente.
—Pero, ¿en tu país hará mucho más calor, no?
—Sí, sí, sí, sí.
—¿De dónde eres?
—Soy de la India.
—Ah... ¡Qué país más bonito! Hay mucha miseria. Aquí se vive mejor, ¿a que sí?
—Le doy una sonrisa como respuesta.
—Estuvimos allí mi marido y yo hace 12 años, en Nueva Delhi, Katmandú, Jaipur, Nepal... e hizo un calor espantoso.


Muevo la cabeza en todas las direcciones al estilo indio, por no saber qué decir. La verdad es que hace doce años, el verano era verano y, sigue siéndolo aún después de doce años. Y Katmandú era la capital de Nepal, y lo es todavía, y Nepal es otro país distinto de la India.



—Mucha pobreza, mucha pobreza, y mucha hambre. Y, ¿la vaca?

Sé adónde quiere llegar la señora. La señora no acaba de entender por qué no mato una vaca y me la como en lugar de venirme a Madrid. Estoy a punto de decirle a la señora: «Oiga, señora, no tengo hambre. Cuando la tenga comeré crema de calabacín, sopa de verduras, alcachofas rebozadas o champiñones al ajillo, y no he venido a España porque tenía hambre en la India. Y no voy a comer ni chorizo ni embutidos, ni jamón de York, ni serrano, porque eso no forma parte de mis costumbres culinarias». Pero cuando le oí decir a la señora de nuevo «¡ay, qué calor!» lo tomé por una señal para el cambio de tema. Sacó la señora el abanico de su bolso, y empezó a abanicarse despacio con esa elegancia femenina que les otorgó el Señor a las mujeres como un favor especial.

Me he preguntado por enésima vez por qué les hace tanto calor a las señoras en el metro y cómo aguantan las jovencitas el frío de la primavera con sus minifaldas. Entre estas dos enigmáticas razas me siento perdido.
http://cvc.cervantes.es/aula/luna/ashok/cuento.htm

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